Martes, 6 Febrero, 2018
Científicas del Centro de Estudios Fotosintéticos y Bioquímicos (CEFOBI), dependiente del CONICET y de la Universidad Nacional de Rosario (UNR), publicaron una investigación internacional que sienta las bases para prolongar la vida útil del durazno y de ese modo, potenciar las posibilidades de exportación.
Argentina produjo 200 mil toneladas de durazno en el período 2016-2017, de los cuales exportó cerca del 4%. “El durazno cosechado suele deteriorarse rápidamente y también resulta vulnerable a las bajas temperaturas”, detalló la autora principal del estudio, la doctora Claudia Bustamante.
Es por eso fundamentalmente que el durazno ‘desaparece’ entre mayo y septiembre. En promedio, durante todos esos meses entran apenas 5 toneladas de dicha fruta al Mercado Central. Octubre, que marca el mes en que regresan a la mesa, promedia unas 49,5 toneladas mensuales.
A partir de la investigación, hallaron ciertos factores internos de la fruta que regulan su maduración poscosecha. En particular, un tipo especial de lípido de la pulpa que, producido en cantidades suficientes, parece ser eficaz para protegerlo del frío. La molécula en cuestión es un glucolípido, esto es, una grasa unida a un azúcar.
Mediante la realización de experimentos pudieron identificar los genes que regulan la producción de los glucolípidos que le confieren al durazno una resistencia al frío. “Nuestra línea de trabajo permitirá generar herramientas que faciliten la búsqueda de variedades de durazno que produzcan frutos de alta calidad y menor susceptibilidad al daño por frío poscosecha”, destacó Bustamante.